Limpieza de playas

lunes, 11 de abril de 2011

Al maestro...gracias

José García Rivas

Me parece que nunca las gracias serán suficientes, para retribuir al maestro que enderezó algún aspecto de nuestra vida.
Dice un proverbio árabe: “Al que me enseñe una letra lo serviré de rodillas”. Servirle de rodillas sería insuficiente, aunque la acción del maestro hubiera sido mínima. No hay nimiedades cuando se sirve con entrega total, y con total desinterés.
A un maestro castigador, le dijo uno de sus alumnos: “Sin sus llamadas de atención, yo no me habría enderezado. Gracias, maestro”.
Al utilizar el masculino “maestro”, no estoy excluyendo a las abnegadas maestras. Con la palabra maestro me estoy refiriendo a los dos sexos.
A momentos los padres, castigan de más a sus hijos, a veces los olvidan. Un maestro quiere más a sus alumnos que a sus propios hijos; nunca se olvida de los alumnos. Y los menos olvidados son los que fueron los más problemáticos. El maestro siempre está sembrando, siempre está lanzando nueva semilla. Muchas semillas no caen en tierra fértil, pero eso no le quita su valor al maestro.
El maestro se disfraza muy comúnmente de rigidez. Algunos son sañudos, con cara de coraje. Esos son los más efectivos, son los que más aman. Algún día el alumno descubrirá que aquella aparente saña, no era más que una simulación para lograr mejorar las conductas.
El maestro no es sólo el que enseña las letras y las ciencias, es el que crea la personalidad de sus alumnos. El maestro sabe perdonar, nunca guarda un rencor. Nunca revela las diabluras de los alumnos, los respeta siempre. El buen maestro no tiene malos alumnos, tiene alumnos que requieren un trato especial, que necesitan más atención. El maestro es el que llena de amor el corazón del alumno; es el que da comprensión.
Cuando empieza una jornada de clases, el maestro es el que en privado le pregunta al alumno, cómo va el problema de ayer. Los problemas del alumno son siempre problemas para su maestro.
El maestro no es dejado, no es olvidadizo. Siempre trae delante de los ojos los muchos problemas que tiene que cargar un muchacho. También estoy hablando del alumno, en masculino, pero estoy incluyendo a todas las alumnas.
La maestra es más que una madre para sus alumnos; la alumna siempre es una hija predilecta. No importa su vocabulario, no importan sus odios.
La maestra no echa en cara al alumno, a la alumna, sus días de mala conducta. El maestro es olvidadizo de todas las bromas y burlas e imitaciones de que fue objeto. El Maestro no se ofende. Sabe que a veces hay que tolerar para enseñar la tolerancia.
Todos estos pensamientos sobre la labor del maestro, de la maestra, me nacieron al ver la película: El Discurso del Rey. La trama es un canto a la labor magisterial, a esa labor callada, continua, preocupada. Porque todos fuimos alumnos, hemos, de vez en cuando, de recordar lo mucho que hizo por nosotros, “ese” maestro, cuyo nombre ya habíamos olvidado. El alumno olvida a su maestro. El maestro nunca olvida las cosas que logró que su alumno superara.

1 comentario:

  1. Ojalá todos los maestros, pero todos , todos, todos, pensáramos como su padre, mis respetos y gracias por compartir esta hermosa lectura que ya había leído y no se porque no se la comenté
    saludos.

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